viernes, 24 de junio de 2011

O CON HITLER, O CON CRISTO



O con Hitler, o con Cristo

Mártires de la Iglesia que combatieron el nazismo

María Martínez, www.alfayomega.es, 23-VI-2011

Este sábado serán beatificados los mártires de Lübeck, tres jóvenes sacerdotes alemanes que se opusieron a Hitler. Forman parte de la larga lista de católicos que combatieron una dictadura que intentó «silenciar a los sacerdotes que testimoniaban su fe con ardor, algo intolerable para el régimen nazi», como afirma su postulador, el abogado Andrea Ambrosi. Se desmonta así la leyenda negra de una Iglesia impasible ante los abusos del nazismo.

El día de su ordenación sacerdotal, en 1937, el joven Johannes Prassek era «la persona más feliz del mundo», pero sabía que aún le quedaba mucho por sufrir. Tres años más tarde, Eduard Müller, antes de recibir la imposición de las manos, había presentido que acabaría en un campo de concentración: «Pronto conoceré a la Gestapo, pero nada me alejará de mi deber». Los dos jóvenes sacerdotes coincidieron en la iglesia del Corazón de Jesús en Lübeck, al norte de Alemania, y sabían lo que podía significar su ministerio en la Alemania nazi. Al conocer su Sentencia, los dos dejaron escrito: «Sit nomen Domini benedictum (sea bendito el nombre del Señor). Hoy he sido condenado a muerte». Ellos son, junto con Hermann Lange, los mártires de Lübeck, tres sacerdotes católicos que, junto con el pastor protestante Karl Friedich Stellbrink, fueron arrestados a lo largo de la primavera de 1942, y ejecutados en la guillotina el 10 de noviembre de 1943. El próximo sábado, el cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, los beatificará en Lübeck.
Entre sus delitos estaba haber escuchado y difundido información de emisoras de radio de países enemigos, y socavar la fuerza militar, un delito que cometía cualquiera que arremetiese de palabra o de obra contra el régimen nazi o manifestara cualquier opinión desmoralizadora. Ejemplo de ello fue Hermann Lange, quien aconsejaba a los jóvenes soldados de permiso que no podían combatir en la guerra del lado de Alemania.
Los mártires de Lübeck no dudaban en manifestar, tanto en público como en privado, su rechazo al régimen nazi; y tampoco dudaban al intentar ayudar a sus víctimas. No en vano, Prassek y Müller arriesgaron su vida para ayudar a la población al ser bombardeada su ciudad por los aliados.

Eduard Müller, al igual que Lange, había pertenecido a movimientos juveniles católicos. Era el responsable de la pastoral con los jóvenes, y tenía tanto éxito, que incluso los líderes de las Juventudes Hitlerianas intentaron apropiárselo. No se dejó, y mostraba a los chavales, de forma muy gráfica, que había que elegir entre la Iglesia y el nazismo: las excursiones de la parroquia eran los domingos, como las actividades de las Juventudes. En su pastoral con los trabajadores, hablaba de forma franca sobre el Tercer Reich, sin importarle que, en el piso de arriba del local donde se reunían, hubiera una oficina de la Gestapo.

La Gestapo no tardó en investigar sus actividades, lo que les llevó a todos al martirio. El mismo día en que fue guillotinado, Lange escribe a sus padres: «Hoy celebraré el gran retorno al reino de Dios. ¡Nos veremos en el Padre de la luz!» Y Müller recalca: «Ahora, Cristo será glorificado, tanto con mi vida como con mi muerte».

La alegría de Dachau


«Quien le ha visto por la mañana, permanece lleno de alegría durante todo el día». Esta frase sobre el Beato Alois Andritzki se escuchaba nada menos que en el campo de concentración de Dachau, donde ya tenía fama de santidad. «Su actitud fue la de cimentar su fe con un talante siempre alegre. Por esto, todos lo amaban y seguían al instante», explica don Andrea Ambrossi, el postulador de su Causa. El Beato Andritzki llevaba la fidelidad a la fe en la sangre, pues era sorbio, una minoría eslava del este de Alemania, que durante siglos permaneció católica en una sociedad protestante. En Dresde, estaba al cargo de la pastoral juvenil de su parroquia, donde destacó por su humildad, sencillez y disposición a ayudar a los demás. La Gestapo lo venía observando, y, tras una obra de teatro en la que mostraba cuál sería el destino de los cristianos en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, fue arrestado. Era «un sacerdote que testimoniaba su fe con mucho ardor, y esto era intolerable para el régimen nacionalsocialista», explica don Andrea. Fue condenado a unos meses en prisión, pero después fue enviado a Dachau, donde murió en 1943, a los 29 años, víctima de una inyección letal mientras se reponía del tifus. Fue beatificado en Dresde, el pasado 13 de junio. Un día antes, el Papa le recordó así: «Alabemos al Señor por este heroico testigo de la fe, que se añade a las filas de cuantos dieron la vida en el nombre de Cristo en los campos de concentración. Confío a su intercesión la causa de la paz en el mundo».